"Ventana abierta"
P. Leonardo Molina García. S.J.
CUATRO ACTITUDES ANTE LOS PECADORES
José Luis Sicre
Fe adulta
Domingo 24 Ciclo C
Por una extraña coincidencia, las tres lecturas
de este domingo hablan del perdón a los pecadores y de la alegría que Dios
experimenta ante su conversión.
Moisés: intercesión
Según el libro del Éxodo, Moisés pasó cuarenta
días en la cumbre del monte Sinaí hablando con Dios. Demasiado tiempo para el
pueblo, que termina pensando que ha muerto. En busca de algo que le ofrezca
garantía y seguridad, convence al sacerdote Aarón para que fabrique un becerro
de oro. En el Antiguo Oriente, el toro era un símbolo muy adecuado para
representar la fuerza y vitalidad de un dios, y por eso los israelitas
proclaman: «Este es tu dios, Israel, el que te sacó de Egipto».
Sin embargo, construir imágenes de Dios es una
forma de intentar manipularlo. A la imagen se la puede premiar o castigar; se
la puede ungir con perfumes y ofrecer regalos si Dios me concede lo que quiero,
o se la puede privar de todo si no me lo concede. Además, la imagen destruye el
misterio de Dios reduciéndolo a un objeto visible.
¿Cómo reaccionará el Señor ante este pecado? El
relato no carece de cierto humor. Dios se muestra indignado, pero no actúa. Al
contrario, provoca a Moisés para que interceda por el pueblo. Como un padre
que, indignado con su hijo, le dice a su esposa que piensa castigarlo para que ella
interceda y le anime a perdonar.
Las palabras que dirige a Moisés: «se ha
pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de
Egipto» recuerdan a las que tantas veces dice un marido a su mujer: «tu hijo…», como si no fuera también suyo. Como si Israel no fuera
el pueblo de Dios y no hubiera sido él quien lo sacó de Egipto. El tono
humorístico, dentro de la tragedia, alcanza su punto culminante cuando Dios le
pide permiso a Moisés para terminar con el pueblo: «Déjame, mi ira se va a encender contra ellos
hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Pero Moisés no se deja tentar por la promesa de
ese nuevo gran pueblo. “El que ahora guío ˗le responde a Dios˗ aunque sea
pervertido y de dura cerviz, es tu pueblo,
el que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano
robusta. No me eches a mí la culpa y acuérdate de lo que prometiste a Abrahán,
Isaac y Jacob”. Bastan estas pocas palabras para que el Señor se arrepienta de
la amenaza.
Dos grandes enseñanzas en
este breve relato: 1) lo fácil que es convencer a Dios para que perdone; 2) el
responsable de la comunidad nunca debe rechazarla por más pervertida que pueda
parecer; su postura debe ser la de Moisés, recordando lo bueno que hay en ella
y defendiéndola.
Los seglares piadosos y los teólogos: rechazo y crítica
La lección de Moisés, intercediendo por los
pecadores, no la han aprendido los teólogos de la época (los escribas) ni los
seglares piadosos (fariseos). Son
partidarios de una separación radical de buenos y malos que excluya cualquier
contacto entre ellos. Y,
dentro de los malos, los peores son los publicanos, explotadores al servicio de
Roma, y los pecadores, gente que no va a la sinagoga el sábado, no ayuna, no
reza tres veces al día, no paga el tributo al templo ni los diezmos, no observa
las leyes de pureza, etc.
Pero lo interesante es que escribas y fariseos no se
indignan con los pecadores sino con Jesús, porque los acoge y come con ellos.
Jesús: acogida
A la murmuración y la crítica de sus
adversarios Jesús no responde con un ataque durísimo a su hipocresía sino
contando tres parábolas (la oveja perdida, la moneda perdida, el padre con dos
hijos), que insisten las tres en la
alegría de Dios por la conversión de un solo pecador. La liturgia permite
una lectura breve, limitándose a las de la oveja y la moneda.
A pesar de las diferencias, las dos parábolas
tienen una estructura y mensaje parecidos. Al protagonista masculino de la
primera se añade el femenino de la segunda. Los dos pierden algo (una oveja,
una moneda) y realizan un gran esfuerzo para encontrarla. Cuando lo consiguen,
convocan a amigos/amigas y vecinos/vecinas para que les den la enhorabuena.
Conclusión: la misma alegría habrá en el cielo o entre los ángeles de
Dios por un solo pecador que
se convierta.
Lo que une a las parábolas con la moraleja es
el tema de la alegría. La alegría del pastor, de la mujer, de los amigos y
vecinos, amigas y vecinas, asemeja a la que hay en el cielo o entre los ángeles
de Dios. Oveja, moneda y pecador se parecen por haberse perdido y ser
encontrados.
Pero ese éxito requiere mucho esfuerzo, amor e
interés. Entonces, el punto de vista se desplaza de la oveja y la dracma al
hombre y la mujer, que, con su actitud, justifican que Jesús busque a
publicanos y pecadores y coma con ellos para que se conviertan. Lo que no está justificado es la
murmuración de los escribas y fariseos, que contrasta con la alegría del cielo.
Dios: compasión
Los textos anteriores enseñan a través de
relatos (Éxodo) y parábolas (evangelio), la segunda lectura cuenta la
experiencia personal de Pablo. Él, fariseo de pura cepa, termina descubriéndose
como «un blasfemo, un perseguidor y un violento». Ha maldecido a Jesús, ha
metido en la cárcel a los cristianos, ha querido exterminarlos. «Pero Dios tuvo
compasión de mí… Dios derrochó su gracia en mí… Jesús se compadeció de
mí». La experiencia de Pablo, en
mayor o menor grado, es la de cualquiera de nosotros. Y nuestra reacción debe
ser también la suya de servicio y alabanza a Dios.
ESPERIENCIA:
1. Nos están
continuamente enseñando las polarizaciones en las relaciones sociales. En
política, en las conversaciones amistosas, en la familia, en el colegio. El
mundo social se divide entre los míos y otros (que no son míos, ni piensan como
yo, ni me ayudan, es más, me fastidian o agreden. Esos no son de los nuestros y, por consecuencia, de los míos.
¡Fuera! Y que den gracias que los aguanto, que los tolero que no me aprovecho
de ellos…
2. Y hay
una razón: no tengo misiles, no me dejan, no puedo, está feo… no es cristiano… por
tanto… ¡quieto, león!
3. Entonces,
¿qué aprendo de este evangelio? Que Dios hace llover sobre justos y
pecadores. Que todos somos
hijos de un mismo Padre… que somos hermanos (que se llevan bien…)
4. Una actitud pues positiva. Salgo de mí y hago un
esfuerzo por querer, ayudar, buscar. No es pasividad, ni, por supuesto,
indiferencia sino busca activa, colaboradora.
5. Es poner mis muchas o débiles o pocas cualidades en movimiento… como Jesús.
6. Me
temo en mí, el miedo, la retracción, la cobardía, la tacañería, los
complejos, la presión social que nos impiden pensar, discernir y buscar.
7. ¿Acaso
no hemos sido algunas (o muchas) veces ovejas perdidas o monedas
extraviadas? Dios nos buscó y busca…y no se cansa, porque nos quiere.
8. Por eso, necesitamos
la conversión del hijo
perdido. O la de nuestra parte animal. O, simplemente, que nos quiere… nos
busca… y se alegra.
9. ¡Aleluya!